jueves, 18 de septiembre de 2008

Casandra...


Esta misma mañana departía con mi buena amiga Fina acerca de este personaje mitológico que siempre me ha fascinado...

Hablábamos de educación y llegábamos a las conclusiones de siempre: hay hijos cuyos padres se esmeran en mayor o menor medida en que sean personas de provecho y en que se comporten como lo que se supone que son: seres civilizados ; otros hijos, por contra, son el resultado de un mero acto de reproducción... Y esto se nota.

Proponiamos distintas formas de castigo divino: sí, esos castigos que los dioses del Olimpo promovían entre los mortales díscolos de aquellas épocas lejanas...

Ha sido entonces cuando ha venido a mi mente el castigo tan horrendo con que fue castigada Casandra, o por mejor decir, la que enreda a los hombres. Pues bien, esta sacerdotisa de Apolo se empeñó en tener el don de la profecía y le prometió al dios en cuestión que, si le concedía semejante facultad, ella accedería a compartir su lecho con él. El promiscuo dios accedió y le regaló el ansiado don de la profecía, sin embargo, Casandra , lejos de cumplir su promesa, repudió a Apolo.

Tan mal le sentó al dios del Sol la negativa de la mortal princesa que, no contento con escupirle en la boca, la condenó a decir siempre la verdad en sus profecías , pero a no ser creída jamás por nadie; hasta el punto de que fue ella la que vaticinó la inminente guerra y caída de Troya, pero nadie la creyó.

¡Qué desagradable sensación la de estar seguro de que va a ocurrir algo y que el resto del mundo no te crea!


Por cierto, la ilustración pertenece al cuadro de una pintora inglesa prerrafaelita, Evelyn de Morgan, en la que se representa a la profetisa en cuestión.

¡Cuánto me gustan los prerrafaelitas!